Máximo Luppino |
Entre gramilla y matorrales indiscretos que ganaron las viejas vías abandonadas y solitarias, sueña la estación con un pasado que promete volver. Anclada, solemne y estoica permanece aún de pie aquella estación de trenes de mi querido pueblo. La vieja dependencia llora, derramando lágrimas sin tiempo. Sólo mira a lo lejos y recuerda aquella época en la que la locomotora arrastraba vagones llenos de gente con sus sueños a cuestas. Ayer fue un punto de encuentro, el lugar al cual, junto con los vecinos, llegaba un torrente de noticias y rumores, de esperanzas y sueños renovados.