Dos de nosotros

Dos de nosotros

sábado, 12 de noviembre de 2022

AYUDAR SIN CREAR DEPENDENCIA

 

Máximo Luppino

Una sociedad sin solidaridad es una comunidad carente de sentido humanista. Sin fraternidad social marchamos al abismo de la oscuridad materialista, donde se torna difícil retomar el camino de la luz reconfortante del compartir el sendero con nuestros semejantes. 

En la felicidad del prójimo encontramos nuestra propia realización. 

El Estado debe ser un garante de equidad social, un proveedor de oportunidades ciertas para que el pueblo se realice como conjunto, conformando una sociedad próspera y pujante. 

Nuestra amada argentina atraviesa un momento muy difícil con un índice de pobreza casi profano, donde el que trabaja y percibe un salario en muchos casos no puede sostener dignamente a su familia; careciendo de la calidad y cantidad de alimentos adecuados que se requieren. Imaginemos cómo se suceden los días de aquellos que dependen de la ayuda estatal permanente. La etapa actual es tortuosa e inestable, saturada de incertidumbres que carcomen el tejido social imperante. 

Semana tras semana vemos grandes movilizaciones de carenciados que marchan por las grandes ciudades de la República pidiendo más asistencia gubernamental para sortear lo mejor posible su angustiante pasar. 

Claro que el Estado debe ser solidario y asistir a los necesitados ¿Cómo ayudar sin crear dependencia? Hay generaciones que jamás vieron a sus padres poseer un trabajo digno. Es entonces cuando los planes sociales dejan de ser una ayuda adecuada para además convertirse en un hecho cultural, muy dañino para la autoestima de las personas, pero sumamente necesario. Estamos atrapados en un laberinto horroroso donde únicamente la abundancia de trabajo con sueldos acordes a las necesidades familiares es recién el comienzo de la solución. 

Si los que perciben salario no llegan a fin de mes, imaginemos los días de los que dependen de comedores, planes de ayuda y changas fortuitas para obtener su sustento. 

La compasión debe estar siempre presente en el corazón de las personas. La actitud de querer “salvarse solo” no sólo es una ilusión individualista, sino que es un camino hacia el ostracismo espiritual. Despertar y fomentar la ambición adecuada para que cada persona pueda producir al menos lo que consume como bien lo sentenciaba el General Perón, es una obligación comunal. El objetivo de sentirse útil es un logro que se debe cimentar día tras día. Sentirse poderoso en la acción no es un pecado, es una obligación de las personas que desean ser pujantes. 

El sistema capitalista tal como lo padecemos está mutando a agigantados pasos a un régimen de bienes más justo y equitativo. Podríamos llamarlo “capitalismo humanista” o como se desee. Lo que si es cierto es que algo bueno se asoma tras este manto oscuro de acumulación exorbitante de materia para algunos pocos y hambre violenta para muchos. 

Muchos dirigentes sociales están imbuidos de un espíritu solidario hacia los dolientes, pero otros ven en el dolor del semejante un escalón al que pisar para ascender políticamente. Para ellos, nuestro más sólido repudio.  

El manifestante social pide, exige, demanda y en ocasiones por torpeza de sus dirigentes extorsiona al resto de la sociedad. Todos estos hechos en el mismo sentido de dolor por la injusta situación que les toca vivir. 

Vemos acampes en las ciudades de una oleada de hermanos dolidos, carenciados, sufrientes. En sus necesidades se refleja el egoísmo de funcionarios y dirigentes que miran para otro lado. En el sufrir del semejante se refleja nuestra propia carencia espiritual como sociedad. 

La salida es educación y trabajo con pleno cariño por el otro. 

Vemos en ocasiones más resentimiento en sectores acomodados que en los humildes que sobreviven con lo poco que tienen.

La marcha hacia la libertad, que no es otra cosa que abrazar un completo bienestar junto al semejante, nos tiene que encontrar comprometidos en la labor solidaria y formativa de valores éticos.

¡Despreciando nos despreciamos, ayudando nos ayudamos a realizarnos!

¿Qué sendero tomarás?



Máximo Luppino



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