Dos de nosotros

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viernes, 18 de diciembre de 2020

DIEGO, EMBLEMA DEL PUEBLO

 La relación íntima y trascendente de los ídolos y líderes con la gente es tan apasionante como misteriosa. Diego Maradona impactó el universo deportivo con su talento futbolístico sin igual, al cual le sumó una dosis tremenda de entrega personal y de valentía para superar rivales, golpes y continuar su derrotero romántico hacia los goles que le regalaba a la gente, sobre todo a los más humildes. 



El pueblo jamás dejó de amarlo por más “errores o pecados” que le adjudicaran o padeciera. Así es la gente, cuando quiere a uno de los suyos lo hace con pasión incondicional y para siempre. Existieron inteligencias geniales que nunca recibieron el abrazo emocionado e incondicional del gentío. El camino que conduce al liderazgo popular posee leyes guardadas en los viejos adoquines gastados de la ciudad, o se entremezcla secretamente con las polvorientas calles mágicas de los míticos barrios provincianos. 


Lo cierto es que Maradona supo erigirse como emblema popular de los pueblos del planeta. El Diego, tan Argentino como Villa Fiorito, se convirtió en un Napolitano dilecto, un latinoamericano celebre, un hindú aclamado en Bombay. Los pueblos del mundo lloraron al unísono su partida al infinito. Las lágrimas de millones personas distantes y desconocidas entre sí comulgaron en un río de lamento y dolor por la muerte del 10. 


Cuando se les preguntaba a los argentinos cuál era el gol que más recordaba de Diego, el 95% respondía el gol concretado a los ingleses. Es que Maradona, al igual que la gente de su país, sabía que ese memorable partido encerraba algo más que una mera contienda deportiva. La poética insolencia rebelde de Diego era amada por el pueblo. La gente sentía que Maradona estaba siempre del lado de los postergados del planeta, al lado de los rostros curtidos por el dolor, castigados por los poderosos. A esos seres de esperanzas truncadas, Diego les regalaba sus goles de belleza infinita. 


Maradona no buscó jamás la caricia de los imperios, más bien estaba enfrentado con los explotadores de la gente, con los vampiros de los obreros. 


Diego fue un sueño maravilloso, una novela dorada redactada por ángeles populares, un hacedor de magia dentro y fuera de las canchas de fútbol. Diego, un indómito por naturaleza. El hombre que no dejó morir al niño pobre y dolorido de Villa Fiorito, el que se codeaba con reyes y poderosos prefiriendo siempre a los pobres. 


Maradona, mejor dicho “el Diego”, es inmortal en el corazón de la gente. Los defectos, las caídas y tropiezos fueron anécdotas de mal gusto en el seno de un vida genial llena de satisfacciones regaladas generosamente al pueblo. 


En estas fiestas navideñas sabemos que en muchas mesas de familia habrá una copa servida en honor del Diez junto a un recuerdo que los pueblos del mundo no dejarán morir. 


Diego, un argentino que nuestra Nación supo regalarle al planeta. 


¡Gracias, DIEGO, por todo!




     Máximo Luppino

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